lo que admiro más de las cebollas es su capacidad
para renovarse
un día se quedan sin la capa del daño,
la que envejece, la que aguanta todo;
cada día una cáscara
más
cada día una cáscara menos.
la cebolla se queda desnuda, como fue creada en un principio,
ideal, transparente y blanca:
virginal,
una ventana a otro mundo.
La he tenido en mis manos y puedo saber qué piensa.
En su corazón puro y tierno
radica un botón protegido
a capa y espada;
un núcleo de inocencia
que, un buen día, sin venir a cuento,
-sin causar mella en el deterioro general del universo-
se irá como todo al bote de basura de la cocina.